
¿Qué clase de utopía es esa?
¿Es escalable animarse a implementar no-plataformas de cultura?
¿Qué número, qué métrica, te da una charla humana destinada a acompañar a las personas?
—Perdón estos días que estuve medio aislado… me siento raro —me dijo uno de nuestros colaboradores.
—No necesitamos que estés bien. Queremos acompañarte. En lo que necesites. Que sientas que estamos acá —le respondí.
Y así empezó una charla que no impactó en ningún dashboard, pero sí en la matemática interna del corazón.
¿Por qué hacemos esto?
Porque creemos que tener la certeza de que no estás trabajando en una matrix donde todo —incluso los nombres— se traduce en números, es una forma de reconocimiento tan vital como esencial.
¡Ojo! Soy consciente y celebro el mundo de los datos, las métricas y la escalabilidad.
Pero hay un espacio dentro de quienes lideramos la cultura que se escapa de lo formal.
No porque sea informal, sino porque pierde la forma.
Porque la forma se la da el contexto.
Y el contexto es único. Igual que las personas.
Estoy orgulloso de trabajar y ser parte co-creativa de una organización que alienta estas prácticas, que permite oficialmente estos espacios.
Y aún más orgulloso de que la propia dirección represente lo sensible que impulsa nuestra cultura.
Porque, en verdad, este tipo de espacios no pueden existir sin el respaldo completo de un equipo que tiene como norte un objetivo que nos atraviesa a todos y todas:
Ser humana-mente tecnológicos.